El pasado viernes saqué el cuerno de la guerra, y le hice sonar muy fuerte, para que todos los atletas gallardos supieran que el domingo teniamos una gran batalla, el sitio, El Mortirolo..., cual sería mi sorpresa al ver que no acudió nadie a mi llamada y me tuve que enfrentar yo sólo a este coloso..., mis únicas armas, mi Garmin y mis piernas
La mañana se depertaba triste y gris, más bien parecía una desapacible mañana de domingo del mes de noviembre, en vez de mayo y con amenazas de lluvia, pero que yo no hice caso. Me presenté rodando casi sin darme cuenta en la base de este coloso, que no me dejó conquistarlo como yo hubiera querido, ya que empezó a llover en ese momento y ya no paró hasta que llegué a casa, calado pero contento, intentaba escalarlo utilizando toda mi potencia, pero era inutil ya que un fino y escurridizo barro arcilloso y marrón me hacía escurrirme una y otra vez sin dejarme avanzar, con lo que me conformé en escalarle pisando las hierbas y piedras de los linderos para conseguir algo más de tracción en mis pobres zapatillas, que al terminar el entreno ya no sabía ni de que color eran.
La bajada no fue fácil tampoco, ya que en algunos tramos me escurría tanto que parecía como si me deslizara por una pista de esquí en vez de ir corriendo y saltando charcos.
Hubo momentos en los que tuve serias dudas si lo que chorreaba por mi cara era sudor, era lluvia o era el agua de los charchos tras salpilcar al pisarlos
Fueron casi 18 kilometros y más de la mitad con lluvia pero no me importó, estaba CORRIENDO, estaba LLOVIENDO, iba EMPAPADO, pero iba CONTENTO, aún mucho más que ese tipo que estaba abrazado a un farola sin importarle nada ni nadie porque estaba feliz: CANTANDO BAJO LA LLUVIA, casi como yo, CORRIENDO BAJO LA LLUVIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario